De esperar se trata
- Dai Perez Mamakian
- 19 mar 2019
- 3 Min. de lectura
Todo llega para el que sabe esperar…
El autor de esta frase fue Henry W. Longfellow y creo que resumió en gran parte lo que creo sobre la espera.
Muchas veces no obtenemos lo que deseamos porque no nos dedicamos a eso lo suficiente. A veces se necesita tiempo y a veces también este tiempo es considerable. Y esa larga espera nos lleva, en la mayoría de los casos, a precipitarnos para actuar, o a abandonar el objetivo antes de tiempo. Olvidamos que cuanto más trabajamos en algo, más aumentan las probabilidades de conseguirlo.
Antes de seguir, es importante que les diga que soy un ser ansioso, al que le cuesta horrores la espera, muchas veces la padezco. Sí, realmente la padezco, la paso mal. Este es un tema que trabajo día tras día, para que las situaciones no me tomen y por eso me pareció importante dedicarle un espacio en mi blog. Quizás algún lector se sienta de forma similar y algo de lo que diga aquí le sirva.

Saber esperar tiene que ver con equilibrio, con carácter. Es una de las conquistas más duras de la vida, pero también una de las más enriquecedoras.
El que sabe esperar, también sabe vivir.
Desde mi punto de vista, desarrollar la capacidad de esperar tiene que ver con una cualidad que no es sencilla de lograr y que no se obtiene mágicamente: LA PACIENCIA.
¿Qué es y qué no es la paciencia?
No es urgencia, no es responsabilidad ajena, no es empatía ni resignación, no es falta de compromiso ni estática.
Es la espera activa, es una superación de la dificultad, es esperanza y coraje en el futuro a largo plazo, y es protectora y fuerte porque permite domar las pasiones descontroladas.
Recuerda: No todo lo que necesitamos es urgente. Reorganiza tiempos y prioridades, solo entonces estarás entrenando la paciencia y aprenderás la importancia de saber esperar.
¿Qué nos provoca la impaciencia?

Hoy en día la inmediatez nos vuelve impacientes, nos estamos acostumbrando a soluciones del ya para ya, todo se obtiene de manera fácil y rápida. Lo que hace que el hecho de tener que esperar, actualmente este mal visto en la sociedad. El que espera sufre.
En el ritmo frenético en el que hoy vivimos, no encaja el tiempo de espera, hay una especie de sentimiento de pérdida de tiempo, de filtración de la vida por los resquicios de las colas y los turnos. Algo que nos hace apresurarnos para hacerlo todo más rápido, tragar sin saborear, correr en el coche o transporte público para llegar a un lugar, desear salir corriendo de algún trabajo que nos nos gusta, no comprar algo si hay demasiada cola y se ha demostrado tras un estudio que tras pulsar el botón del ascensor, la gente empieza a impacientarse a los 20 segundos.
¿Qué podemos hacer?
Ser conscientes de nuestra impaciencia.
Ser pacientes con nuestra propia impaciencia.
Valorar qué factores fomentan nuestra inquietud y cuáles nos protegen y entrenarlos.
Practicar una respiración serena, profunda y consciente.
Tomar el control de la situación y entender que todo lleva un tiempo por y para algo.
Aprender a tolerar el sufrimiento que provoca el desconocimiento, la incertidumbre, el descontrol
No activar ningún mecanismo para evitar el dolor, debemos enfrentar el hecho de no tener control sobre algo.
Desarrollar nuestra creatividad en momentos de espera, ocupando ese tiempo en escucharnos, en observar a nuestro alrededor, en practicar el silencio interior o en leer.
Empatizar con nosotros y con los demás.
Aceptar nuestro propio ritmo, el de los demás y el de la propia vida.
Responsabilizarnos de vivir en el aquí y ahora.
Es vital descansar y dormir para que el cerebro descanse y se desconecte. Un cerebro ansioso, se desgasta, si no se le permite descansar por la propia impaciencia, se corre el riesgo de enfermar.
CONCLUSIÓN
Todo tiene su tiempo.
Los que cultivan el campo saben que hay un tiempo de sembrar y un tiempo de recoger.
Los padres van descubriendo poco a poco las distintas etapas del crecimiento de sus hijos.
El aprendizaje, la creación, el desarrollo… todo tiene ritmos propios que necesitan seguirse en el orden adecuado.
La propia naturaleza se expresa cíclicamente, y cada uno de esos ciclos representa posibilidades diferentes y únicas.
Saber esperar y aprovechar cada momento es una clave de éxito no cuantificable en dinero, sino en felicidad.
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